MICROFICCIONES en Editorial BISONTE

UNA ESPECIE DE RESURRECCIÓN

En diciembre de 2015 se presentó en Madrid el E-BOOK: 59 DIRECTORAS DE CORTOMETRAJES (españolas) compilado por Miguel Ángel Escudero, en el que tuve el honor de estar incluida. Mi intervención no se refiere a cortos nuevos o recientes, sino a "Erocéntrica", "Cuál crisis", "Inconsecuencias", "La Huakera" y "Mi otra lengua", pero supuso para mí una especie de resurrección volver a pensar sobre esas obras con la perspectiva de la distancia del tiempo, y un placer y una revelación para mí misma contestar a la entrevista (esta vez sí actual) que acompaña a las fichas técnicas. Quiero agradecer a Miguel Ángel Escudero su interés por las directoras, a Antonio Santos Mercero por la reseña que completa mi perfil, y a las demás cineastas, por no decaer en tiempos difíciles (que son siempre) y por servir de modelo a otras mujeres (y hombres). Nos vemos a partir de la página 707 de esta antología.


MIGUEL ÁNGEL ESCUDERO 59 DIRECTORAS DE CORTOMETRAJES
1

Relato escrito por Rocío Santillana.


Ven acá, mami, yo no entiendo por qué una muchacha tan linda como tú viaja sola, me dijo el guía mientras me ayudaba a bajar de la guagua. Viajo sola porque vengo a trabajar y porque me encanta viajar sola, respondí, protegiéndome con la mano del aplastante sol. Y así era, pero más cierto es que yo suelo viajar sola precisamente para estar rodeada… de hombres. Sin embargo esa vez, no. Ni hombres, ni dulces. Y a lo más, un bañito tempranero y una hora de bronceado. El guía sacó de su bolsillo una africanita de chocolate que al morder derritió en su boca, que parecía tener el mismo sabor. No es un viaje de placer, dije, más bien con el propósito de ignorar esos labios que se comían a sí mismos. No hay problema ninguno, mi chula. ¿Y de dónde tú eres? Pareces española, pero hablas medio cubana, ¿eres argentina?, quiso saber y arrojó el envoltorio al piso para luego chuparse los dedos. “Yo vengo de todas partes y hacia todas partes voy”, contesté cantando. El muchacho sonrió, Bienvenida a Cayo Guillermo, y besó mi mano dejando un rastro de cacao que hirvió en mi piel. Para limpiarla el “africanito deslizó su lengua casi hasta mi antebrazo, aunque su mirada me lamió mucho más allá. Mami, la vida es corta y las noches son largas, pero yo te puedo llevar a un lugar que sólo yo sé y donde tú vas a ser… vaya… fe-liz. -¿Y cuál es ese lugar tan especial?, interrogué por comprobar una vez más su guapería. Mi cuarto, contestó él, solícito, ¿tú quieres conocerlo? Y esposó mi muñeca con la pulsera “todo incluido”… Todo, menos dulces ni hombres, me recordé a mí misma con severidad.

Luego me ajusté las gafas de sol y, sin mirar a nadie, crucé el lobby del hotel dispuesta a encerrarme en mi habitación a escribir mi capítulo de la semana para la serie de Madrid que entonces no sólo me permitía esos días en el Cayo, sino mi residencia en La Habana y mi posterior regreso a Lima. Pero a la altura del bar algo atravesó mi penumbra polarizada. Los ojos de un bartender ocultaban detrás de sus lentes de espejo lo que el resto de su cuerpo sugería desde el burladero de la barra. Estaba secando un vaso de tubo con un paño, lo frotaba una y otra vez haciendo gemir el vidrio con la aparente indolencia de sus brazos de tobogán, que querían reventar la camisa en cada movimiento. Al verme ladeó la cabeza y mientras yo pasaba frente a él, su mirada perseguía las ruedas de mi maleta y se balanceaba en mi vestido. Sentí algo en mi espalda y me detuve. Ese trigueño con cuerpo de montaña rusa había parado su persecución en el lunar que mi escote dejaba ver junto a mi tercera vértebra. Luego alzó sus lentes y dos cañones me apuntaron desde un barco pirata. Sin ser muy consciente, me quedé paralizada, tal vez a la espera de un abordaje, de que me disparara. Él guiñó un ojo a través del cristal para comprobar la eficacia del leve esfuerzo de sus brazos: el vaso estaba seco, yo, no. Llenó el tubo con piña colada, cogió un palito de coctel, lo sumergió en el líquido, dio vueltas y lo probó escurriéndolo a lo largo de sus labios entreabiertos. Mis dedos apretaron el asa de mi maleta y reanudé mi camino a tiempo de ver saltar el primer botón de su camisa. Ni dulces, ni hombres, repetí, abstemia y muerta de sed.

Abrí mi habitación, un lugar tranquilo y acogedor hecho para que yo trabajara esos días. Tomé un poco de agua, contemplé la vista al mar, encendí el aire acondicionado con moderación y, sin contemplaciones, tiré a la papelera unas galleticas de cortesía que había en un cenicero. Deshice el equipaje, saqué mi lap top, la abrí, coloqué la botella de agua al costado, puse música suave, y decidí desarrollar la primera secuencia mientras me daba una ducha. Entré al baño y me quité la ropa frente al espejo sólo para decirme Verdad que tú eres linda, mi chula. Puse un pie en el plato de la ducha, y abrí el grifo pero... Fui al teléfono. Recepción, buena noshe. Por empatía puse el mismo acento que la voz que me contestó: ¿Me hace el favor? No sale agua de la pila.  Enseguida le mando a alguien de mantenimiento, me aseguró la recepcionista. Y así fue. Llegó casi de inmediato, sin darme tiempo a ponerme algo más que la toalla. 

Ese muchacho era la réplica humana del Monumento al Cimarrón. Tenía una piel brillante de pantera y unos ojos que, más que esquivarme, parecían no percatarse de mi presencia. Una hilera de herramientas se cuadraba en formación en su cintura, entre el cuerpo y la correa del pantalón. Pidió permiso para quitarse los zapatos y entrar a la ducha. Cerró la cortina y yo me quedé al otro lado adivinando sus maniobras a través del plástico. Al instante oí un breve y potente chorro de agua. Como los aguaceros tropicales, pensé, impredecibles, torrenciales, fugaces. El plomero abrió la cortina. Su ropa empapada se había adherido a su enorme cuerpo, una ceiba chorreando savia, un caramelazo lamido. El agua había llegado al suelo que yo pisaba y retiré mis pies de un brinco. Disculpa, yo te seco todo esto, dijo pidiendo permiso de nuevo, esta vez para quitarse el pullover. La pantera cruzó los antebrazos sobre su abdomen y sus omóplatos se contrajeron al liberarse de esa cáscara mojada. Creí asistir al nacimiento de una mariposa. Mi atención voló a sus hombros y su tórax, que eran rocas en una catarata violenta. La columna de herramientas seguía firme como un ejército de soldados atrincherados en su pubis. Exprimió la prenda con todos los músculos y trató de secar con ella los riachuelos que corrían junto a las venas de su cuello. Le alcancé una toalla limpia. Al hacerlo la mía se desprendió de mi cuerpo y cayó al piso inundado. El Cimarrón se quedó quieto y me miró. ¿Tú me permites? volvió a preguntarme. Ni dulces, ni hombres, ni dulces ni hombres, carajo, me repetía yo. Y el barniz de su piel. Y el pedacito de aire caliente entre nosotros. Y los dos respirando el mismo vapor. , contesté sin saber exactamente qué acababa de consentir. Sin apartar esta vez sus ojos de los míos se inclinó hacia mí. La cadena de plata que colgaba sobre su pecho de puma negro me rozó. Sus pestañas estremecieron mi mejilla. Pasó la toalla seca por detrás de mi espalda, me envolvió con ceremonia y luego retiró sus manos sintiendo el seísmo que sabía estaba gestando en el epicentro de mi ombligo. Continuamos mirándonos como quien sabe sobrevivir a un terremoto bajo un dintel salvador pero imaginario. Una gota que venía rodando por todos los eslabones de su cadena se precipitó por el Colorado que formaban nuestros cuerpos y antes de llegar al suelo se evaporó… Un rato después di doble vuelta a la llave de la habitación y, empotrada contra la puerta, cerré los ojos para ver cada una de las herramientas enfiladas en el vientre de ese hombre volcán caer estrepitosamente -como soldados abatidos- por las cataratas de sus piernas. Yo misma me derrumbé también, exhausta de apretar mis muslos entre sí. Ese orgasmo fue una recompensa a mi fuerza de voluntad sin dulces, ni hombres. Premiada y satisfecha, me senté por fin a escribir.

Dormí dos horas cada noche de esos cinco días. Apenas salí temprano sólo a la playa y en los horarios de comidas. Compartí mesa con dos argentinas jubiladas y felizmente ex casadas que viajaban solas, es decir, juntas, y que discutían porque sí y porque también. Con una francesa de 75 que vivía sola en el hotel porque le daba la gana y porque la vida es rosa. Con una irlandesa de 30 que no soportaba el acoso de los hombres cubanos. Y con una cubana misteriosa de la edad del General del Ejército y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros que se alojaba en la mejor habitación y lo apuntaba todo. ¿Y tú de dónde eres? Me preguntaban todas. Yo, bueno, de todas partes vengo y a todas partes voy, respondía logrando ignorar la pasarela de postres y camareros que desfilaba diariamente ante mí poniendo a prueba sin cesar mi disciplina. Volví a ver al plomero justo cuando lo elegían míster torso mojado. El bartender rotó entre el bar y el ranchón grill sin parar de ofrecerme piñas coladas. El guía no se cansó de preguntarme por qué viajaba sola, ni de mostrarme la llave de su cuarto.

Además de todo eso, un jardinero dejó una flor junto a mí mientras yo me hacía la dormida en la playa. El equipo de salvavidas se peleaba por salvarme en tierra firme al ver que hacía topless. El patrón del Punto Náutico quiso llevarme a una zona nudista en su catamarán. El enfermero de la posta médica me miró con cara de ¿tú también viajas sola? al pasar cargando en brazos a la anciana francesa que se acababa de torcer el pie bailando reggaetón con los animadores más jóvenes y fuertes. Cada uno de esos días yo los miraba a todos: al hombre bombón, al tobogán humano, al puma catarata, al jardinero romántico, a los clavadistas en bóxer, al marinero nudista y al hombre ambulancia. Y pensaba: Esperen nomás a que termine mi trabajo. La última noche ya van a ver. Sin dulces, puede. Sin hombres… ya no.             
 
    Lee la segunda parte en Blog Eros de El País.

EL RETRATO OVALADO




"(...) Una tiene su destino en la vida. El mío es vigilar el horizonte, marcar la dirección de los vientos y darle la bienvenida a los barcos que entran a la bahía de San Cristóbal de La Habana (...)": Breve fragmento del relato Havana Glub de Rocío Santillana, incluído en la antología de cuentos en homenaje a los monumentos habaneros titulada El retrato ovalado (Editorial Thesaurus) coordinada por la escritora santiaguera Soleida Ríos. Havana Glub es un relato sobre la emblemática escultura en bronce La Giraldilla, símbolo de La Habana y de una conocida marca de ron. 

Presentación del libro: 4 de octubre de 2012. Casa de las Américas. Ciudad de La Habana.



SÍNDROME DE ESTOCOLMO




A SleepingPrincess su mamá le regaló unos lindos senos, que estrenó en sus 15 con ElMen. Se habían conocido en el micro. ElMen le metió el dedo y ella le dijo Kétepasaconxatumare pero luego él le mandó corazoncitos por la wassapp y SleepingPrincess se templó. ElMen le dijo Minimízateloquita que ElMen es capo en el amor, y sus broders aplaudieron en el parque cuando él bramó de un placer que SleepingPrincess no sintió en ninguna parte de su alma, y mucho menos en sus grandes senos que estallaron entre las sortijas de los dedos de uñas mugres de ElMen. SleepingPrincess despertó en una cama de mala muerte. Sin ElMen. Sin sus senos. Sin su mamá, que quiso agarrar a golpes a ElMen, y al conocerlo en el parque en el micro y en la cama de mala muerte gimió Eresunconxatumare, y se arrepintió. Pero al despertar SleepingPrincess ha dicho Yonovoyasercomomimamá.

SÍNDROME DE ESTOCOLMO. Microficción de Rocío Santillana incluída en la Antología BASTA Perú 100 Mujeres contra la violencia de género. Editorial Estruendo Mudo, Lima, 2012, coordinada por Cucha del Águila y Christiane Fèlip Vidal.

PAKALWATERS FT. ROCÍO SANTILLANA

Rocío Santillana contó en el fotopoema LA HUAKERA con la fotografía del mexicano Narciso Várguez Pakalwaters en Playa del Carmen, Quintana Roo.

 Pakalwaters invita aquí a Rocío Santillana a poner texto a algunas de sus fotos.






Quién dijo que los malos van al infierno.



Brillaba demasiado para ser mi luz.



No puedo dejar en tierra la huella que mi freno cesó de sentir.



Aires de ligereza suplen vuelos de grandeza.



Como aquellas almas de día.



Pierdo el camino fuera de los cruces.



El pez tiene ojo también.



Una sola palabra me queda. Y la llevo a la espalda.


"El lenguaje de este largo performance que es Erocéntrica resulta altamente transgresor y no sucumbe al amor ni al odio." El video (ver arriba) editado en agosto de 2011 rescata las palabras del escritor y crítico cubano Jesús David Curbelo acerca del libro Erocéntrica Poesía Inconsecuente, de Rocío Santillana, presentado en La Sala Teatro Las Carolinas (La Habana Vieja) en diciembre de 2009.

Año y medio después de esa presentación quedan en mi poder 3 ejemplares de Erocéntrica Poesía Inconsecuente. Sólo 3 de los 350 que compusieron las dos ediciones personales (la primera cubana y accidentada, y la segunda limitada y mexicana) que tantas peripecias me costó conseguir que vieran la luz. De los 3, el primero lo conservo parar mí como el mayor tesoro, el segundo es el último a la venta en la Librería Iberoamericana de Madrid, y el tercero se lo guardo al muchacho que aparece en la cubierta hasta que pueda tomar un avión y entregárselo en persona.

Entre 2008 y 2009, tiempo que viví en La Habana, tuve la enorme suerte de asistir como oyente al Diplomado de Poesía del Centro Dulce María Loynaz que Jesús David Curbelo (Camagüey, 1965) impartía en la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba UNEAC. A esa suerte de aprender de su erudición y su sensibilidad, le siguió la de conocerlo como la tremenda persona que es. Pero mi mayor fortuna fue que, además, un poeta y novelista de su talla literaria accediera a presentar mi primer poemario en un evento que simbólica y migratoriamente, cerraría mi tiempo en La Habana. De dicho evento performático y audiovisual (posteado en este mismo blog anteriormente) reproduzco ahora las palabras de Jesús David Curbelo acerca del libro Erocéntrica.

Gracias, pues, David, por multiplicar el sentido de ese trozo de mi vida que dejé (y tomé) en una ciudad que no es la tuya ni la mía y a la que, sin embargo, los dos pertenecemos de alguna forma (o de muchas).


Gracias, Yasser, por registrar el sonido de este documento valioso para mí. Gracias, Yuri, por tomar las fotos que ayudan a contextualizarlo. A Israel http://www.contraelamor.com/, gracias por el apoyo técnico en la edición del video. Y a todas las personas que hicieron posible que yo viviera esta experiencia y siga viviendo otras nacidas del Proyecto Erocéntrica.


Texto: Rocío Santillana.

ENTREVISTA A ROCÍO SANTILLANA POR GIOVANNA ALMONACID











Foto de rodaje de uno de los videos del libro Erocéntrica en La Habana. En la imagen, 4 de los protagonistas del corto, entre ellos la misma autora. Para verlo haz click aquí http://www.youtube.com/watch?v=36FiBFcrYvE







Rocío Santillana, Lima, 1967. Hija pródiga que regresa siempre al Perú a lo largo de sus 15 años como guionista freelance para series de TV en Madrid, e inevitable vecina de la Habana. Escritora de relatos, feminista comprometida y salsera apasionada, con su Proyecto Erocéntrica ahora también poeta, performer, videoartista y bloggera.

Llegó rauda, así como es ella, como que el viento se la llevara, delgada, grácil, sus ojos color capulí se clavan en la ventana y mira el cielo limeño denso y gris….

Naciste acá, vives allá, según vienes te vas a otro lado... ¿Estás buscando tu lugar en el mundo?








Yo me siento armoniosamente europea y caribeña. Pero cada vez que vuelvo al Perú recuerdo que es mi tierra. Y a la vez edifico mi nido en todas partes, por eso extraño en el alma cada lugar que dejo y el siguiente al que iré. Madrid, La Habana y Lima son los sitios que comparten mi residencia en los últimos cuatro años. En este triángulo, Lima se ha convertido en el puerto donde botar el ancla y sentarme a escribir cosas nuevas… para antes o después volver a volar en cualquier momento.

“yo no escribo
derrocho inconsecuencias
como la isla que me salva
de poner los pies en el suelo.”
De Erocéntrica Poesía Inconsecuente








Tu libro Erocéntrica es una aventura inconsecuente. ¿Por qué?

Luego de 20 años de vida, digamos ascendente, en Madrid, emprendí la aventura inconsecuente de romper con todo y descubrir quién era yo. Esta aventura vital, geográfica, emocional e interpersonal me tuvo 8 meses en Cuba, La República Dominicana y Perú y dio su primer fruto: Erocéntrica Poesía Inconsecuente. Un poemario cuya primera versión escribí en Lima de un tirón como si de un torrente se tratara. Conforme yo me redescubría en él, el proyecto se complicaba y enriquecía y le encargué a la videoartista peruana Karen Bernedo que hiciera un corto de uno de los poemas. Empecé a utilizar la performance en las lecturas en el XIII Festival de Poesía de La Habana. Vida y obra iban paralelamente tumultuosas y ávidas. Luego me quedé a vivir en Cuba y tras un año muy difícil porque esa isla lo es, y muy estimulante cultural y sensualmente, seguí jugando conmigo como artista y como material creativo y también incorporé colaboraciones de artistas cubanos o residentes allá. Así surgieron los videopoemas Erocéntrica, ¿Cuál crisis?, Mi otra lengua y los fotopoemas La Huakera y No sé quién eres. Y mientras tanto reescribía el poemario miles de veces.
Ahora, después de haber presentado Erocéntrica en La Habana y en Lima y de estar a punto de hacerlo en Madrid, puedo decir que Erocéntrica es una aventura independiente y osada en la que he despilfarrado hasta la inconsecuencia tinta, pulsión, empecinamiento, afectos, tiempo y hasta el último céntimo. Es mi perdición y mi reencuentro conmigo misma y con el mundo. Es el resorte de mi evolución profesional. Es un trabajo que me reinventa y me simboliza a través del erotismo vivido en el mejor momento de mi existencia, ahora, en el que sé quién soy.
Con todo, echo la vista atrás y aprecio la evolución de este proyecto. Veo su crecimiento desde la plaqueta titulada aún Mi otra lengua que me editara en Lima la editorial Magdala hasta el proyecto principiante pero audaz en el que se ha convertido, pasando por la “bendición” de Arturo Corcuera que escribió la reseña del libro. Y me siento agotada, pero orgullosa de Erocéntrica y de Rocío Santillana.









“Nomás me interesa ese botón desabrochao
que me lleva de cabeza a la vía expresa de tu callejón,
al zanjón entre el borde de tu forrito de algodón
y el bosque de tus vellitos,
ese pasadizo donde perder mi dedito
y pescar tu submarino.
Pero óyeme, papito de piel color sombra sin haber tomado sol
no me llames hembrita, bebita, lokita, gata mala, diabla,
no me sueltes la muela de mi enamorada me dejó ayer por huevón, ni la pastrulada ésa de el men soy yo..."
De Pachamanca Dembow. Erocéntrica Poesía Inconsecuente.








¿Qué siente la gente cuando lee lo que escribes y ve tus videos?

Siempre he intentado diferenciar a la protagonista de Erocéntrica de la autora. Pero a la vez defiendo y reconozco el carácter testimonial de esta obra. Los textos, los videos y las performances (en los que además, aparezco yo misma) tienen demasiados referentes personales para quien me conoce y un tono y un estilo testimonial que lleva a la gente a preguntarme constantemente si Rocío Santillana es Erocéntrica. Es más, yo misma llamo a mis cortos no videopoemas, sino docupoemas. ;-) Entonces, como lo que más me gusta en el mundo es jugar, juego el papel que yo misma he creado y disfruto viendo cómo las mujeres desean ser yo y cómo los hombres me desean a mí…

“...Yo te quiero vicioso, malicioso, sandunguero
pero na de zamaqueos ni jangueo machorrón,
na de lucirte desorbitándome
como a trompo o a yoyó.
¿Te has enterao?
A cambio de eso no me ofendo
si quieres ser tan pendejo como yo,
que entrego el corazón entero
pero con un ojo extraviao
en el tarro del flaco de al lao”.
De Pachamanca Dembow. Erocéntrica. Poesía Inconsecuente

¿Tu próximo proyecto también lo escribirás "sobre la cama"?

Seguro. Es una novela erótica todavía más empoderada, más inconsecuente, más osada, pero también más consciente, es decir, todavía más yo...

“Yo no quiero tener niños
para que me deban la vida
y me sienten en un orinal cuando sea vieja.
yo ya tengo quien me llame
mami
un ejército voluntario
de chiquillos
para gozar con ellos ahora
que me siento
mocosa, guerrera
y muy maternal.
De Erocéntrica Poesía Inconsecuente

Y así se despidió Rocío Santillana: libre y atrevida, efímera y eterna, simplemente Erocéntrica.

“Trae condones
lávate las manos
tira por ahí tu llavero de playboy
te quiero vulnerable
porque no existimos
más allá de mis sábanas”.

De Erocéntrica Poesía Inconsecuente.

Al finalizar esta entrevista que tuvo lugar en otoño de 2010 el cielo se abrió y hay quien dice que nunca más fue gris sobre la ciudad de Lima.