Pachamanca Dembow - Cuento -

Ven acá, mulato, ya yo sé que eres el mango más chupeteao de La Habana, el papirriqui más escapao, el guapo que vino acabando con su riquimbili pa darme gozadera y vianda. Pero tu yuca pasó, deja ya esa vaina, pasaron tu guarapo y tu malanga. Ahora mismo agarro un avión y me voy, que me está provocando pachamanca dembow.

Y vuelo y llego, aterrizo y sin chascar un dedo tengo un papacito, un cuero, un limeñito con gomina en el pelo, un rumbero ricotón que al verme bailando le tembló la mano y estrelló su trago en el suelo de la impresión, un morocho macetón que me confesó Oe, flaca, me marcaste, me tumbaste, me tienes apaleao, hasta las patas. He llegao y esta misma noche tengo un timbalero arrebatao que sale a la pista disparao a chancar landó y guaguancó con su zapatón.

Tengo un chibolo zanahoria que no mata ni una mosca, pero camuflao, un tigre sin rayas que maúlla miau, o tal vez es un maliante, un achorao, huachafo atorrante, chelero resaquiao, bandolero y pacharaco, pero bien fashion. Y qué, wey, sister, bro, yo solo quiero su pantalón reventao pa bailar pegao, desgarrao por los arañazos que le voy a dar yo, y a la cadera su cinturón pirateao con una hebillaza bien grandaza pa jalármelo cuando lo pida la canción, o lo mande yo. Nomás me interesa ese botón desabrochao que me lleva de cabeza a la vía expresa de su callejón, al zanjón entre el borde de su forrito de algodón y el bosque de sus vellitos, ese espacio angosto y tibio donde perder mi dedito y pescar su submarino.

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Rocío Santillana lee. Alfonso Gamboa, al cajón peruano.